Te tomaste un sorbo de café con dos cucharaditas de azúcar, como siempre, lanzaste un último suspiro y te fuiste. Y me dejaste sola. Eternamente sola, cruelmente sola, con mi sole
Se fue como se va el sol cuando viene la noche. Y esta vez intenté convencerme de que no era la última vez. Sus palabras sonaron como latigazos, sin embargo yo fingí no sentirlas.
Me dijeron –en realidad, me advirtieron- que era un ser oscuro de pasado tenebroso, una persona deleznable, abominable, sin sentimiento alguno ni humanidad, de esos espíritus malignos que